Escena en Sevilla

“En la sustancia última del alma donde la unión se opera, se opera la unificación de los contrarios: humano-divino, esposa-amado, exterior-interior, cuerpo-alma,
femenino-masculino. Esa acción unificante del ser escindido es acción que corresponde, según una larga tradición, al eros.”
José Ángel Valente, Eros y fruición divina
El proceso de Tu hermosura comenzó con la pandemia.
Confinado en casa de su madre en Brenes (Sevilla), Migue López se encontró de bruces con un deseo que, de alguna manera, llevaba acechando toda su vida. Era inevitable que, en aquellos largos días encerradas juntas, acabara abriendo los armarios repletos de trajes de flamenca. Trajes que pertenecen a las mujeres de su casa y que hablan de cómo sus cuerpos se han transformado a lo largo del tiempo, de la historia de su familia y de todas las fiestas vividas y compartidas. Allí, ante el torbellino de volantes, colores, flecos y estampados contenido en los armarios de su madre, nació sin pedir permiso, Rosita de la Vega.
Desde entonces, ha intentado entender quién es ella, qué ha venido a mostrarle y qué puede llegar a hacer cuando ella se encarna. De momento, ha entendido que ella, Rosita, viene a hablar de amor, de un amor que ha aprendido leyendo a los místicos y escuchando fandangos, de un amor que pide carne y romería y fiesta, un amor que, finalmente, le empuja a entender el teatro más allá de sus límites convencionales aprendidos en el oficio.
Todo este proceso de cuestionamiento y búsqueda le ha llevado a Tu hermosura, su primer proyecto en solitario como creador. Rosita lleva esperando mucho tiempo y está ya lista. Se le ha puesto el cuerpo de camino y de fiesta. Está lista para salir al encuentro de su amado. Pero ella sabe que sola no va a ninguna parte. Ella necesita a sus hermanas, este camino sólo tiene sentido junto a ellas, por eso las ha reunido aquí esta tarde. Pero antes de salir, ella entregará su cuerpo a las voces antiguas que hablan de su Amado, dejará que resuenen en sus carnes los pulsos ancestrales de la romería y hará que su pandero invoque la presencia de “los ojos deseados”. Y sólo después, con los cuerpos calientes y prendidos de deseo, salir y pisar juntas el camino.