Tan solo el fin del mundo
Estilo: Teatro
Texto JEAN-LUC LAGARCE Dirección ISRAEL ELEJALDE Con IRENE ARCOS, YUNE NOGUEIRAS, RAÚL PRIETO, MARÍA PUJALTE, ENEKO SAGARDOY, GILBERT JACKSON
El título de esta pieza, Tan solo el fin del mundo anuncia la ligera gravedad del asunto. Escrita en 1990, cuando Jean-Luc Lagarce sabía que tenía SIDA, fue la matriz de su última obra, Le Pays Loin, terminada justo antes de su muerte el 30 de septiembre de 1995. Esencial en su obra, evoca los temas del retorno. desaparición, pérdida y dificultad para comunicarse. Se estrenó en 1999 en el Théâtre Vidy-Lausanne, dirigida por Joël Jouanneau. Desconocido durante su vida, Jean-Luc Lagarce es hoy unánimemente reconocido como un gran autor. Su obra da vida a un nuevo lenguaje en perpetua invención, salpicado de múltiples ajustes, en busca de la palabra exacta. Los giros y vueltas del habla reflejan así los del pensamiento.
Durante una visita final, anunciará su muerte inminente a su madre, su hermana pequeña Suzanne y su hermano Antoine. A la discreta Catalina, su mujer, también le hablará. Pero el inesperado regreso del hijo mayor a "la casa de la madre" reaviva viejas rencillas y viejos fantasmas familiares. Las palabras se enredan y los malentendidos se acumulan bajo la mirada de la madre, porque en la ciudad se vive de forma divertida, dice. Digresiones, paradas bruscas, repeticiones, la palabra divaga. Todo el mundo está tratando de recuperar el tiempo perdido. Torpe expresión de soledad, duda, carencia, envidia y amor oculto bajo un velo de resentimiento. Finalmente, Louis se va sin haber podido entregarse, sin haberse atrevido nunca a hacer todo este mal, llevándose su secreto para siempre, como si el silencio fuera la única salida.
En palabras de Elejalde, Lagarce construye una de las obras más emocionantes y enigmáticas de los últimos cincuenta años. Una obra cumbre de la literatura contemporánea, no solo francesa sino europea, que retrata como pocas la zozobra de vivir y de saber que tarde o temprano nuestras vidas, como las obras de teatro, tienen un fin. Decía Tarkovski que el arte no nace para transmitir ideas sino para clamar el dolor profundo de saber que vamos a morir. Prepararnos para ese viaje. Y el propio Lagarce decía: escribo para no estar solo. Ambos viajes están presentes en esta pieza.