Solo un metro de distancia
Estilo: Teatro
INOPSIS
Una mujer pasea al atardecer por la playa. Se ve a sí misma disfrutar de la brisa, del rumor de las olas. Aparentemente está tranquila, en paz.
Pero la llamada de su hermana rompe el delicado equilibrio en el que ha vivido: va a tener una sobrina. Y eso precipita un torrente de emociones. Una niña. Una niña pequeña. Una niña pequeña en su familia, en su casa. Vuelven a su mente multitud de recuerdos; ¿de dónde salen esos recuerdos?
Entonces esa mujer se enfrenta de pronto a su infancia, y a una decisión trascendental: revelar el abuso sexual que sufrió o permanecer en silencio. A lo largo de su periplo otras personas se verán implicadas, testigos más o menos próximos que buscarán entender una realidad incomprensible.
REPARTO
Coro/Inma: Ana Mayo
Coro/Paula: Beatriz Grimaldos
Coro/Sofía: Camila Viyuela
Coro/Psicóloga: Muriel Sánchez
EQUIPO TÉCNICO
Diseño gráfico: Marisol del Burgo
Arreglos musicales: Toni M. March
Escenografía y vestuario: Mónica Teijeiro
Iluminación: Daniel Checa
Diseño de sonido: Mar Navarro
Prensa y comunicación: María Díaz
Texto y dirección: Antonio C. Guijosa
Distribución: GG Producción y Distribución
Producción: Serena Producciones
Duración de la obra: 90 min.
Todos queremos olvidar el pasado, pero la vida no nos deja.
El largo viaje hacia la noche. EUGENE O´NEIL
Aberrante. Anómalo. Monstruoso. Aquello de lo que decimos “yo nunca lo haría”, o “jamás permitiría que me hicieran algo así”.
Sin embargo las barbaridades, las aberraciones, las monstruosidades… ocurren, o –mejor dicho– alguien las comete. Aventuro que muchos de quienes las cometen no imaginaban que fueran capaces. No sabían que eso estaba en ellos; en nosotros. Pero el daño ya está hecho. Aquello que se hizo pasa a formar parte de nuestro ser, no podemos volver atrás. Y queda inscrito en nosotros, en algún lugar.
Sólo un metro de distancia es un proyecto que se sumerge, a través de la historia de un abuso sexual infantil, en las turbias aguas del daño, de cómo convivimos con él, y qué nos pasa cuando nos damos cuenta de que sólo podemos entender el dolor propio.
Sólo un metro de distancia es una historia personal. Por suerte yo no he sufrido ningún tipo de abuso, yo sólo he convivido con gente que sí lo ha hecho. Hay personas cerca de mí que viven a diario con estas historias a sus espaldas, historias que les han marcado y que les condicionan de una manera que no puedo imaginarme.
Durante mucho tiempo he pensado que podía entenderlo. Es mentira, no puedo.
Por eso este texto se articula desde la perspectiva de los testigos. Siento que desde esa perspectiva soy más justo con el tema, con las víctimas reales, con los personajes de la historia, conmigo mismo. Es ese no entender lo que configura el alma del proyecto. No entender cómo alguien puede hacerle eso a una niña. No entender por qué la niña nunca dijo nada, o nadie la creyó. No entender cómo eso se pudo perpetuar en el tiempo sin que nadie lo advirtiera, sin que nadie hiciera nada. No entender las secuelas que eso deja. No entender cómo se puede mantener contacto con quien abusó. No entender ciertas reacciones, pese a entender dónde tienen su origen. No entender, no entender, no entender. Sólo un metro de distancia está lleno de testigos que no entienden. Médicos, amigos, parejas, familiares, psicólogos… que presencian ese daño y muchas veces resultan incapaces de gestionarlo. También hay, al menos quiero creerlo, momentos en que sí se comprende, en que sí se da un encuentro real y completo. No sé si es verdad o un espejismo.
¿Cómo nos posicionamos ante el dolor ajeno? ¿Cómo afecta a la visión de nosotros mismos y de nuestras propias miserias y dolores? ¿Y cómo tratamos a quien queremos y no entendemos? ¿estamos condenados a albergar en nosotros un reducto de soledad inexpugnable?
Antonio Castro Guijosa