Los gestos

Los gestos

Estilo: Teatro



Los gestos

Texto y dirección PABLO MESSIEZ Intérpretes FERNANDA ORAZI, NACHO SÁNCHEZ, EMILIO TOMÉ, ELENA CÓRDOBA, MANUEL EGOZKUE Diseño de escenografía MARIANA TIRANTTE Diseño de iluminación CARLOS MARQUERIE

DESDE QUE EN 2015 PRESENTÁSEMOS LA PIEDRA OSCURA HEMOS ACOMPAÑADO HASTA DIEZ PUESTAS EN ESCENA DE ESE ENCANTADOR DE PALABRAS, EMOCIONES Y CUERPOS LLAMADO PABLO MESSIEZ. NUNCA HA DEFRAUDADO.

TRAS LA VOLUNTAD DE CREER, MESSIEZ, DE LA MANO DE UN EQUIPO DE LUJO, NOS OFRECE SU ÚLTIMO TEXTO QUE —COMO SIEMPRE— SOLO ADQUIRIRÁ SENTIDO SOBRE EL ESCENARIO.

El foco en los gestos, es también el foco en aquello que no se puede escribir. En lo que el teatro tiene de extraliterario. En lo que adquiere sentido en la encarnación, en la presencia. En las cosas que hace el cuerpo como resultado de un ponerse en relación.

Dice Deleuze, que pintar la boca que grita quiere decir no solo que la pinto sino que he captado las potencias que la hacen gritar. Cómo sería plantear una dramaturgia en la que el foco esté puesto en la repercusión de esas potencias. No en el acto sino en el efecto del acto en los cuerpos. No en el individuo sino en la trama de relaciones que lo afectan.

En sus Apuntes para la gestación de Los gestos el dramaturgo, escritor y pedagogo argentino, nos informa de su vuelta a Madrid tras un viaje a Roma, donde comienza a recuperar emociones, recuerdos de situaciones vividas en la ciudad a la que todos los caminos conducen, y comienza a trazar el trayecto que dibujará esta pieza.

Los restos de Roma en la memoria hacen brotar algunas formas. Situaciones. Personajes. Copio aquí algunas mientras me pregunto qué de todo esto será finalmente la obra.

En un espacio circular, abandonado, que recuerda a la basílica di Santo Stefano Rotondo de Roma, Topazia quiere poner un bar. Francisco, director de escena fan de Pasolini y novio de Topazia, la acompaña en la empresa. Aunque a él le interesa hacer teatro. También hay un pianista muy joven que toca en el piano siempre la misma pieza, y un muchacho con ojos de terror antiguo que vivía escondido en las ruinas. A ellos se suma una mujer mayor, que parece que no habla pero hablará. A todos les pasa lo mismo. Algo en ese espacio hace que sean tomados por gestos ajenos. Como si se tratase de un virus cada vez más poderoso, los cuerpos son movidos hacia formas ajenas e imprevistas.

Como en un sueño en el que solo queda repetir lo que otros ya hicieron en otro tiempo, todos van cayendo rendidos ante la evidencia: los gestos son ecos del pasado. Y el pasado no está atrás, está al costado. ¿Existirá todavía la posibilidad del destello de algo incapturable en esos cuerpos? ¿Algún temblor que abra una grieta en la costumbre? Pablo Messiez.

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