Los días felices2

Los días felices2

Estilo: Teatro



Los días felices2

De SAMUEL BECKETT

Versión y dirección: PABLO MESSIEZ

Con FERNANDA ORAZI y FRANCESCO CARRIL

 

LA CITA PENDIENTE QUE MESSIEZ Y ORAZI TENÍAN DESDE JÓVENES CON BECKETT, LA CUMPLEN CON UNA DIRECCIÓN Y UNA INTERPRETACIÓN DIFÍCILES DE OLVIDAR.

AMBOS SON ACOMPAÑADOS POR UN EXTRAORDINARIO FRANCESCO CARRIL.

Los días felices es un texto medido y preciso del mejor Beckett, todo un reto para aquellos audaces que se atreven a enfrentarse al mismo y servirlo al espectador. Requiere unos animales de escenario como este trío de ases (Fernanda, Francesco y Pablo) para dar como resultado uno de esos momentos escénicos que se convierten en una lección magistral de interpretación llena de matices como la que consiguen la Orazi y Carril de la mano de ese maestro que responde al nombre de Pablo Messiez, alguien que en este montaje alcanza la excelencia, realizando uno de sus mejores trabajos.

Lo que encontramos en esta producción es hora y media en la que pasamos del humor a la desolación, de la ilusión al desgarro, de la delicadeza al ridículo, en una propuesta beckettiana que se propone trasladar al espectador el absurdo de la existencia y el lento, pesado y contundente paso del tiempo.

Dice Messiez que volver a Beckett es recordar que el teatro puede ser otra cosa. Es desintoxicar la mirada de desvíos varios que usurpan las salas cuando estarán mejor en la tele, en el cine, en una columna de opinión de suplemento dominical, o en un libro. Todo el que asista a este espectáculo firmará esta afirmación.

Desde que en 1963 Maruchi Fresno interpretase por primera vez en España a Winnie, muchas otras grandes actrices lo han encarnado: desde Isabel Ordaz, Elisa Gálvez o Rosa Novel. Ahora es la argentina Fernanda Orazi, actriz espléndida que aquí alcanza el cielo de su carrera interpretativa en un montaje dirigido por el mejor Messiez, el que busca el detalle minucioso, el que hace del gesto o del objeto más despreciable el eje de su mensaje estético. Imprescindible. José-Miguel Vila, Diario Crítico.

Cada vez que veo Los días felices (Happy Days, 1962) salgo elevado del teatro. Marcos Ordoñez, Babelia. El País.

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