Lo invisible
Estilo: Teatro
Pangea Artes Escénicas rescata «Lo Invisible«, texto representado en una única ocasión en 1954, obra original del maestro José Martínez Ruíz «Azorín». Una verdadera, desde entonces «obra maldita», que ahora verá la luz, casi un siglo después de su creación (1927) en Sevilla, en El Teatro de Triana.
Desde Pangea proponen una revisión de este magnífico texto, fundamentado en el género de suspense, utilizando técnicas de teatro inmersivo y de los sentidos.
Azorín – José Martínez Ruiz -, ofrece entre 1925 y 1931 lo más importante de su producción dramática con Judit, Old Spain!, Brandy mucho Brandy, Comedia del arte, El clamor, Lo invisible, Angelita, Cervantes o La casa encantada.
En 1954, José Luis Alonso decidió poner en valor la apuesta por la vanguardia que significaba el teatro de Azorín estrenando Lo invisible en el Teatro María Guerrero, con el Teatro de Cámara y Ensayo: una obra en tres actos o tres
piezas reunidas bajo un mismo título y un mismo asunto, siendo esta la única vez en la historia que esta, desde entonces «obra maldita» se representó al completo. Lo invisible sólo había tenido
representaciones parciales desde el estreno de Doctor Death, de 3 a 5, en el Teatro Pereda de Santander, el 28 de abril de 1927, por la compañía de Rosario Pino, que haría el día 30 de aquel abril El segador. En octubre de aquel año, en el Teatro Eldorado de Barcelona se estrenaría La arañita en el espejo. El 24 de noviembre de 1928 se estrenaría en función única en la Sala Rex de Madrid Lo invisible, pero no completa: la compañía Caracol, que dirigía Cipriano Rivas Cherif, sustituyó El segador por la pieza corta Un duelo, o El oso, de Anton P. Chejov.
La representación que nos ocupa, que tuvo lugar el lunes 22 de febrero de 1954 en el Teatro María Guerrero de Madrid, apenas fue comentada por la prensa. Algo extraño, si se tiene en cuenta que era el Teatro Nacional el lugar en que tenía lugar esa puesta en escena – si bien dentro de su ciclo de Cámara y Ensayo – y que la función tenía una clara intención de homenaje a una de las glorias nacionales, el único vivo con Pío Baroja de la célebre generación del 98: al final de la función, el actor Fernando Fernández de Córdoba leyó unas cuartillas de homenaje escritas por José María Pemán, que Azorín pudo escuchar desde un palco del teatro.