Escena en Sevilla

Charles Darwin, el hombre que se sobrecogió ante la belleza inefable de los inabarcables tesoros naturales del continente americano, no podía siquiera imaginar al desembarcar del Beaguel que ese arrebatamiento inicial de sus sentidos terminaría por inocularle un profundo sentimiento de rechazo, desconcierto e incertidumbre existencial. Aquel misterioso mundo de parajes naturales de ensueño donde la vida se abría paso a cada instante, se desplegaba ante su atónita mirada para estimular su imaginación y reclamar un nuevo orden para sí; una manifestación expresiva de la naturaleza que atentaba contra sus concepciones ilustradas de científico de vanguardia. «La visión de una pluma en la cola de un pavo real me pone enfermo cada vez que la miro», llegó a decir.

Esclavo de una náusea inacabable, Charles Darwin, el naturista más universal de todos los tiempos, tuvo que soportar los efectos de una enfermedad desconocida y tormentosa durante una buena parte de su vida. El escritor Patrick Harpur dedica todo un capítulo de su obra magna -El Fuego Secreto de los Filósofos- a desentrañar el desasosiego vital que terminó por minar la salud del científico inglés. En un capítulo del libro titulado “La náusea de Darwin”, Harpur interpreta magistralmente la enfermedad del naturista como una metáfora psicosomática de sus discordancias racionales.

El vaivén del Beaguel en su primer periplo de exploración americana desató los terribles vómitos que le acompañarían de forma crónica ya para siempre… Desde entonces, parecían debatirse también sus pensamientos más profundos en una constante fluctuación entre sus convicciones culturales y académicas y la epifanía de una dimensión desconocida y mágica de la realidad. Azotado por el oleaje de sus contradicciones ideológicas, se aferraba Darwin a un barco destinado al naufragio en las aguas oscuras del miedo, al movimiento constante de la mente, al mareo, los vómitos y el desaliento hasta el final de sus días…

En este espectáculo, el mago Paco González invita a los espectadores a desprenderse de sus ideas preestablecidas del mundo. -Observa las cosas más allá de sus apariencias formales- parece querer decirnos con cada experimento. Explorar cada fenómeno artístico desde la sensibilidad y la intuición, recuperar una mirada espontánea y libre del misterio de la vida es restaurar el sentido de la plenitud humana. A través de una cuidada selección de algunos de sus mejores efectos de magia, Paco González plantea a sus espectadores grandes retos y experiencias inéditas hasta el momento en el campo del ilusionismo. El asombro y la poesía conforman esta propuesta fascinante. Un antídoto contra esa náusea existencial de Darwin que es, al fin y al cabo, la náusea de un mundo que sucumbe a los delirios del ultraracionalismo exacerbado.