La melancolía del turista
Estilo: Teatro
Creación, realización e interpretación: SHADAY LARIOS y JOMI OLIGOR
UN VIAJE ÍNTIMO PARA 42 ESPECTADORES.
UN PEQUEÑO ESCENARIO A ESCALA DE LAS COSAS QUE APARECEN Y DESAPARECEN POR MEDIO DE PARPADEOS.
UN TEATRITO-CINE DELICADO.
El teatro de objetos de Oligor y Microscopía es difícil de explicar si no se ha vivido. A diferencia del trabajo con títeres, los manipuladores no crean vida en objetos inanimados sino que exploran la que ya tienen de por sí. Teatro documental a partir de recuerdos materializados, con una buena dosis de poesía y un ritmo pausado y contemplativo.
Esto es así desde que en 2002 Jomi junto a su hermano Senén estrenasen Las tribulaciones de Virginia y sorprendieran a medio mundo con su poesía: recorrieron 16 países y dieron 500 representaciones, durando más de 15 años sobre los escenarios. Después, Jomi junto a su querida Sharay realizó La máquina de la soledad, había terminado la época de los Hermanos Oligor y comenzaba la de Oligor y Microscopía, la misma marca que ahora nos presenta su nuevo artefacto: La melancolía del turista.
Cada espectáculo de esta compañía es la punta del iceberg de un proceso de investigación de varios meses o incluso años en el que los artistas recogen, seleccionan y ordenan tanto los objetos como la forma de mostrarlos.
El campo de acción de La melancolía... se concentra en un pequeño y transportable teatrillo con sus correspondientes gradas. De él, los maestros de las manos sacan todo tipo de mecanismos en miniatura. Proyecciones, marcos, fotografías, muñecos de cuerda y hasta un fuelle conectado a un puro que “se fuma” solo. En cuestión de segundos, pasaremos de una calle a una playa o incluso al interior de un taxi al son de la música, el sonido ambiente y las notas de audio en las que Shaday Larios expone poéticas reflexiones.
La melancolía del turista nos hace ver lugares que fueron o trataron de ser paraísos, como Acapulco, y poco a poco se transformaron en fantasmas, comidos por la decadencia, pero sin perder nunca su extraño fulgor. La máquina poética de la pareja hace desfilar fotografías, postales, juguetes, miniaturas, sombras chinescas, y músicas que brotan en susurros, al anochecer, con un poco de fiebre en las sienes. Objetos y medialuces de un verano desaparecido pero eterno: no llegas a saber qué es vivido y qué inventado por ellos. Una mezcla, probablemente. Galería de espejismos, dice Oligor. Paisaje sublimado, dice Larios. O como podría decir un eco de ambos, su mirada sobrevuela la infancia, cuando los juguetes vivían. Marcos Ordoñez, El País.