La casa de Bernarda Alba3

La casa de Bernarda Alba3

Estilo: Teatro



La casa de Bernarda Alba3

Ficha artística

Autor

Federico García Lorca

Dirección y dramaturgia

José Carlos Plaza

Escenografía e iluminación

Paco Leal

Vestuario

María Calderón 

Música y ambientación

Mariano Díaz

Intérpretes

Ana Fernández, Luisa Gavasa, Ruth Gabriel, Zaira Montes, Rosario Pardo, Montse Peidró, Marina Salas Consuelo Trujillo

Como toda obra clásica -y la de García Lorca ya lo es- aunque nacida en un pasado muy cercano, va creciendo día a día, ofreciéndonos facetas diferentes al compás de los cambios de la sociedad.

¿Qué dice a los espectadores de hoy este drama de mujeres de los pueblos de España? Pues incide en la posición de la mujer en la sociedad con sus techos de cristal, diferencias salariales y su indefensión física ante la violencia, provenga de donde provenga. (Bernarda ocupa, sin ser consciente o siéndolo demasiado, el papel de la autoridad, del manejo del poder económico y la representación del orden establecido).

Y esa sería la mejor reflexión o lectura de la obra desde hoy, siglo XXI. ¿De dónde viene ese poder establecido que parece inamovible, tenga el aspecto que tenga?

Y creemos que García Lorca habla de nuestros ancestros. La historia de Bernarda y sus hijas, como nuestra historia, tiene sus raíces antes de su nacimiento. Raíces profundas, retorcidas, de un origen lejanísimo y perpetuadas por quién sabe qué oscuros intereses. Es un origen ancestral que se sustenta en el miedo. Bernarda, teme que todo cambie y ese cambio le haga perder su aparente e impuesta entidad; teme no saber qué hacer con una auténtica esencia vital que la desequilibre, y por eso, mantiene a fuego las normas con las que la educaron. Al igual podría decirse de sus cinco hijas, insertadas sin opción, en un mundo inflexible y yerto pero cómodo, anestésico e inculto que las anula y por el que venden su libertad, salvo Adela y María Josefa…, cuya acción de intentar realizarse, es condenada con la muerte y la locura.

Obra sobre los ancestros que no conocen la comprensión ni la compasión hacia aquel ser que han creado. Como Saturno devorando a sus hijos, Bernarda es devorada y devora sus deseos y los de sus hijas, y como consecuencia, sus vidas.

¿Pueden actualmente nuestros ancestros continuar devorándonos? ¿Sabemos reconocerlos, diferenciar aquellos que nos ayudan a crecer de los que os destruyen? ¿Qué precio tiene hoy la necesidad de esta ruptura? ¿Estaríamos dispuestos a pagarlo?

La Casa de Bernarda Alba está considerada como la última de las tragedias rurales de García Lorca. Concluida el 19 de junio de 1936, pocos meses antes de su muerte, fue estrenada en el Teatro Avenida de Buenos Aires el 8 de marzo de 1945, por la Compañía de Margarita Xirgu. La obra surgió de la experiencia personal del poeta y dramaturgo granadino al conocer la vida de una familia cerca de Granada, cuyas circunstancias, le parecieron sorprendentes. Hay, no muy distante de Granada, una aldehuela en la que mis padres eran dueños de una propiedad pequeña, Valderrubio. En la casa colindante a la nuestra, vivía Dona Bernarda, una viuda de muchos años que ejercía una inexorable y tiránica vigilancia sobre sus hijas solteras. Prisioneras, privadas de todo albedrío, jamás hablé con ellas, pero las veía pasar como sombras, siempre silenciosas y todas vestidas de negro. Había en el confín del patio un pozo compartido, sin agua, y a él descendía para observar a esa familia extraña, cuyas actitudes enigmáticas me intrigaban. Y pude observarlas. Era un infierno mudo y frío en ese sol africano, sepultura de gente viva bajo la férula inflexible de cancerbero oscuro.

Y así nació La Casa de Bernarda Alba, una obra dividida en tres actos, en la que tras la muerte de su segundo marido, Antonio María Benavides, Bernarda Alba, decide recluirse y guardar rigurosísimo luto, tanto ella como sus cinco hijas. El luto es roto por la llegada de Pepe el Romano, que pretende a la mayor, Angustias. Si bien es una costumbre real, García Lorca lo retrata insinuando que además de ser un drama de las mujeres en los pueblos de España, tiene también la intención de documental. El drama comienza con la entrada de la sirvienta hablando del despotismo de Bernarda y con la llegada inmediata de ésta, confirmando el riguroso trato a ellas y sus hijas, e imponiendo silencio. Cuando la hija mayor hereda una fortuna, es atraída por un pretendiente, Pepe el Romano; a partir de ese momento, se desatan celos y pasiones, desembocando en un final trágico, el suicidio de la más joven, Adela, quien no quiere someterse a la voluntad de su madre y piensa que su amado fue asesinado por su madre de un disparo. Bernarda, presume diciendo que su hija ha muerto virgen, poniendo por encima el concepto de honor y la reputación social, que la tristeza de la muerte de su hija.

El Teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al hacerse,

habla y grita, llora y se desespera. El Teatro necesita que los personajes que

aparezcan en escena, lleven un traje de poesía y, al mismo tiempo, que se les

vean los huesos, la sangre...

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