Falaise (segunda parte del díptico Là, sur la falaise)
Estilo: Circo
Autores y directores: CAMILLE DECOURTYE y BLAÏ MATEU TRIAS
Colaboración en la puesta en escena: MARÍA MUÑOZ, PEP RAMIS, MAL PELO
Colaboración en la dramaturgia: BARBARA MÉTAIS-CHASTANIER
Actores: NOËMIE BOUISSOU, CAMILLE DECOURTYE, CLAIRE LAMOTHE, BLAÏ MATEU TRIAS, ORIOL PLA, JULIAN SICARD, MARTI SOLER, GUILLERMO WEICKERT, UN CABALLO y PALOMAS
Obra en blanco y negro para 8 seres humanos, 1 caballo y palomas
Obra en blanco y negro para 8 seres humanos, 1 caballo y palomas
UN ESPECTÁCULO PARA EL SUEÑO, LA IMAGINACIÓN Y PARA DEJARSE ATRAPAR POR LAS EVOLUCIONES DE 8 CRACKS DE LA REPRESENTACIÓN, UN CABALLO Y 14 PALOMAS.
Tras la inolvidable presentación en febrero 2020 del brillante Là, era obligado que os ofreciésemos Falaise, la segunda parte de este díptico que está dejando boquiabiertos a los espectadores de medio mundo.
Lo que hacen los ocho intérpretes más un caballo blanco, blanquísimo, (Chapakan) y una bandada de palomas es simplemente indescriptible. Las imágenes que generan se cuelan en el alma del espectador para sin duda seguir reapareciendo durante largo tiempo en sus sueños, nutriéndolos. Esto afirmaba Jacinto Antón en El País de Barcelona tras asistir al espectáculo.
La compañía franco-catalana Baro d'evel vuelve con nosotros esta temporada con una pieza coral e indefinible que combina acrobacias de circo, música en directo, poesía visual, lenguaje teatral; ocho intérpretes, un caballo y palomas.
Falaise [acantilado] habla de cómo confrontar el vacío, de no saber dónde estamos ni a dónde vamos; habla de la necesidad universal de conectar, según dice Blaï Mateu Trias.
A partir de diferentes escenas, el espectador de la segunda parte del díptico, Là, sur la falaise, descubrirá, en un escenario en el que predominan el blanco y el negro, los intersticios de un mundo en ruinas y los personajes de una civilización en búsqueda de otro espacio, quizá evocando la imposibilidad del mundo actual.
Para alcanzar el objetivo crece el equipo. Ahora hay ocho bailarines-acróbatas, incluidos los directores, y cambian los animales que pasan a ser parte del elenco artístico. Permanece el blanco y negro pero la representación adquiere connotaciones corales. Las paredes siguen dejando sus signos en los cuerpos y vuelven a ser maleables, por lo que animales y humanos se mueven, en vertical y horizontal, con total libertad por el espacio. Como ocurría en Là, el movimiento aparece motivado por la idea del rito y el trance.